El panorama en el Tribunal Constitucional es el siguiente: una magistrada vinculada al PSOE que trabajó en La Moncloa hasta hace pocos meses, Laura Díez, es la encargada de resolver un recurso planteado por el PSOE para que el PSOE vea revisados 30.000 votos nulos de la circunscripción de Madrid del pasado 23 de julio y, en su caso, poder ganar el escaño que perdió. El PSOE como sujeto global y Díez como juez y parte. Lo llamativo no es sólo que esto pueda ocurrir con ‘normalidad’ –por llamarlo de algún modo– ahora mismo en la institución, sino que ni siquiera Díez haga el amago de abstenerse como ponente. Ya dio señales días atrás, cuando prescindió de su propia letrada porque se oponía a la decisión de admitir a trámite ese recurso, y la sustituyó por otro letrado que ya había sido subordinado suyo… en La Moncloa para que le diera la razón. En vista de que Díez, siempre disciplinada en el bloque progresista del TC, no se abstiene, el PP la ha recusado. Y tiene toda la lógica y razón. Cosa muy distinta es que la mayoría próxima al Gobierno vaya a apartarla. Es la ‘nueva normalidad’ del TC.
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