La trágica confirmación de que la joven española Maya Villalobo fue asesinada durante el ataque terrorista de Hamás el pasado sábado en Israel debe conmocionar y consternar a la opinión pública. Indudablemente fue un crimen cruento. Sin embargo, la equidistancia, la ambivalencia de las palabras, y la insensibilidad en la condena de un asesinato brutal sigue siendo una constante en amplios sectores de la izquierda. El propio presidente del Gobierno debería ser más selectivo en el lenguaje utilizado porque el de la joven no es un «fallecimiento» sin más. Menos comentario aún merece la mezquindad que siguen demostrando dirigentes de Sumar y de Podemos, como Ione Belarra, en permanente obsesión por mantener la insidia de que todas las muertes son idénticas. Este dramático momento de Israel no puede resolverse con más cinismo aún ni con simplismos ideologizados porque nos aboca a algo tan inasumible y execrable como la justificación del terrorismo. Que ámbitos de la izquierda lo hagan sólo demuestra su complicidad con el odio irracional, sus profundas contradicciones y su falacia con la historia.
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