La marroquí y profesora de español Salma Moutaouakkil, habitante de una pequeña localidad llamada Youssoufia, a 80 kilómetro de Marrakech, no puede hablar cuando la contacta ABC en la mañana del sábado. Dice que todavía está en shock por el terremoto de Marruecos y que no se encuentra en condiciones. «Cuando todo empezó a temblar estaba metida en la cama con mis hijos. Me di cuenta de que era un terremoto y me acordé de Turquía. No sé cómo pude cogerlos y salir corriendo de casa», explica la docente a través de mensajes de WhatsApp.
Cuando llegó a la calle junto a sus hijos y su marido, se dio cuenta de que estaba descalza. Muchos vecinos habían entrado en pánico absoluto: «Había terror, miedo, unos lloraban y gritaban. Otros corrían». En ese momento, Salma se acordó del resto de su familia. A pesar del temor, volvió a entrar en su casa para coger su móvil y comprobar que todos estaban bien. No había cobertura, por lo que tuvo que recurrir a los mensajes para comunicarse con ellos.
«Todos estaban igual que nosotros, en la calle. Todo el país está en shock. No sé si estamos despiertos o todo ha sido un sueño», explica la profesora. Como tantos otros, tuvo miedo de volver a casa por si se producía alguna réplica: «Pasamos esta noche negra en la calle. He dormido con mis hijos y mi marido en el coche hasta las seis de la mañana, que volvimos a casa».
Salma no tuvo que lamentar pérdidas materiales. Señala que la peor parte del terremoto se concentró en otras zonas y, en estos momentos, piensa mucho en la gente que peor lo ha pasado. «Estoy muy triste por nuestros hermanos muertos y herido en otras ciudades, como Marrakech, Chichawa, El Hawz o Tarudant». La profesora señala que, a lo largo del sábado, miles de marroquíes y turistas han abarrotado los centros de salud para donar sangre: «Hay mucho apoyo logístico gracias a las recomendaciones del gobierno, que pidió que fuésemos a donar».
