(CNN) — La llegada este miércoles del presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva a China marca el regreso de Brasil al escenario diplomático entre el sur global, pero también revela una distancia cada vez mayor de las cuestiones geopolíticas que preocupan a Occidente.
Mientras que la invasión de Ucrania por parte de Rusia domina muchas de las conversaciones diplomáticas en Europa y en Washington, el programa oficial de Lula no la menciona, a pesar de las promesas anteriores de que se discutirían estrategias de paz con el líder chino Xi Jinping.
“Por lo que escuché, eliminar a Ucrania de la lista de cosas que se van a discutir fue una demanda del gobierno de China”, dice Igor Patrick, investigador del Instituto Kissinger sobre China en el Centro Wilson.
“Todavía hay cierto interés por parte de Brasil por plantear el tema y discutir ideas al respecto, y esperan publicar una declaración conjunta en la que mencionen el conflicto en Ucrania, llamen a una solución pacífica y medien diplomáticamente, pero el tema no está oficialmente en el programa y en gran medida eso era de esperarse”, dijo Patrick a CNN.
El enfoque del viaje, en cambio, está puesto abrumadoramente en el comercio, en cómo la inversión china puede ayudar a que la economía de Brasil vuelva a la normalidad y el universo potencialmente lucrativo de los créditos de carbono.
El comercio entre los dos países ha experimentado un auge en las últimas décadas. China ha sido el principal socio comercial de Brasil desde 2009, importando casi US$ 90.000 millones en productos básicos brasileños (soja, mineral de hierro, gasolina) solo el año pasado. Al mismo tiempo, Brasil es el segundo mayor receptor de inversión pública china en América Latina y el mayor mercado único de productos chinos en América del Sur.
El programa de la visita muestra que los brasileños van en serio: la delegación de Lula tiene como objetivo sellar 20 acuerdos bilaterales diferentes, incluido un marco para que los bancos brasileños operen en yuanes para facilitar los negocios entre ambos países. La visita de Estado llega después de una peregrinación de cientos de líderes empresariales brasileños a Beijing el mes pasado. Se esperaba que Lula también participara de aquel viaje, pero debió posponerlo por motivos de salud.
Se esperaque un tema importante sea el mercado de carbono, con la energía y el medio ambiente como prioridad tanto para Beijing como para Brasilia.
“Existe cierta expectativa de que Brasil y China firmen una declaración conjunta sobre la crisis climática”, dice Renato Ungaretti, miembro residente de Observa China, un grupo de expertos brasileño centrado en estudiar las relaciones chino-brasileñas.
Los dos gigantes económicos son “complementarios” cuando se trata del comercio de carbono, dijo Ungaretti a CNN. “Hay grandes oportunidades en el mercado de créditos de carbono para las empresas chinas que buscan reducir sus emisiones y las instituciones brasileñas que intentan vender estos esquemas”.
El mercado de créditos de carbono permite a los países que emiten bajas cantidades de CO2 vender parte de sus derechos de emisión a otros países, lo que permite a los mayores contaminantes “compensar” sus emisiones. Es un sistema diseñado para ayudar a los países con alta contaminación a cumplir con sus obligaciones climáticas internacionales y reducir la contaminación que provoca el calentamiento del planeta en general.
A medida que más y más países se comprometen a limitar sus emisiones totales, la compra de créditos de carbono en el extranjero permite una solución alternativa. Uno de los mayores compradores en ese mercado es China, que se comprometió a lograr cero emisiones netas para 2060, pero cuya generación de energía todavía está dominada por el carbón y el petróleo que calientan el planeta.
Gracias al bioma amazónico, Brasil controla alrededor del 15% del potencial mundial para secuestrar carbono de la atmósfera según el consultor de negocios McKinsey, y ese potencial significa cada vez más dinero.
Lula ya se comprometió a reducir la deforestación, que en Brasil representa aproximadamente la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero, y vender créditos de carbono a China puede ser una forma de financiarlo. Llegar a un acuerdo de este tipo también posicionaría a Brasilia como líder entre las naciones en desarrollo que buscan acuerdos similares.
Durante años, los países de África, América Latina y el sur de Asia se han quejado de los crecientes costos para financiar la transición hacia una energía más limpia y exigieron la ayuda de los países desarrollados, ya sea reduciendo el peso de la deuda externa o impulsando las inversiones multilaterales.
Brasil, el país con la mayor apuesta en este tema (alrededor de dos tercios de la selva amazónica se encuentra en su territorio) estuvo en gran parte ausente de la discusión durante el gobierno del expresidente Jair Bolsonaro, quien desmanteló la legislación climática y favoreció la deforestación indiscriminada.
Pero ahora Lula pretende volver al camino y liderar el proceso.
“Lula ve el potencial en este tema: cuando se trata de política internacional, Brasil puede contribuir muy poco en comparación con los países de Europa, o con Estados Unidos… pero una forma de convertir a Brasil en un actor principal en el escenario global es hablar de la protección de la Amazonía, y hacer que Brasil lidere una iniciativa que tome en cuenta a todos los países amazónicos para proteger la selva tropical y que sea financiada por el mundo desarrollado”, dijo Patrick a CNN.
McKinsey estima que el mercado de créditos de carbono experimentará un auge en esta década, pasando de tener un valor aproximado de mil millones de dólares en 2021 a hasta los 100 mil millones en 2030.
Llegar a un acuerdo de este tipo con China también enviaría un mensaje a Washington y al resto del mundo desarrollado, a quienes a menudo se los acusa de no prestar suficiente atención al Sur Global: podemos encontrar mejores oportunidades de crecimiento mirando hacia el Este y no hacia el Norte.
El extenso viaje de Lula esta semana definitivamente contrasta con la rápida visita que realizó a Washington en febrero, cuando las esperanzas de que el Gobierno de Biden contribuyera a un fondo internacional para proteger la selva tropical que Brasil estableció en 2009 se frustraron.
Desde entonces, la influencia de Washington en América Latina recibió otro golpe, ya que Honduras cortó formalmente los lazos diplomáticos con Taiwán y cambió su reconocimiento diplomático a Beijing.
Si bien el Gobierno de Biden había prometido un compromiso más profundo con la región en contraste con los años de Trump, los frutos de ese compromiso aún no se han materializado.