Este domingo a las 12h se ha convocado una gran manifestación unitaria en Barcelona bajo el lema ‘No en mi nombre, ni amnistía ni autodeterminación’. Con esta cita se pretende responder a aquellos secesionistas que se arrogan la representación de todos los catalanes y de aquellos otros que desde el incumplimiento de sus obligaciones de Estado y desde la irresponsabilidad están dispuestos a lo que sea con tal de perpetuarse en el Gobierno de la Nación.
Lo que sucede en Cataluña es obvio que afecta e importa en el resto de España al ser la unidad nacional una cuestión de todos. También lo es, en particular, de los catalanes porque la ruptura de España conlleva la fractura entre ellos. No solo se quiere seccionar Cataluña del resto de España, cuando forman parte de una misma realidad y sentimiento, sino que se impone a los catalanes que nos sentimos españoles ser extranjeros en nuestra propia tierra.
Hay quien cree que el independentismo está desmovilizado e incluso el sanchismo intenta hacernos ver que está siendo derrotado, pero nada más lejos de la realidad. Cierto es que, en las últimas elecciones generales, retrocedió e incluso además de la feliz desaparición de la CUP, el PP obtuvo un respaldo electoral de más catalanes que ERC y Junts. Sin embargo, no nos llamemos a engaño. Los secesionistas solo aguardaban una nueva oportunidad para reiniciar el ‘procés’ y se atemperarán mientras den sustento a su hambruna secesionista. Cuando se cese a tanta cesión, acelerarán en su reivindicación hasta su saciedad plena. El separatismo ha encontrado su momento de la mano que hoy les alimenta y alienta, que si es preciso morderán, de un Pedro Sánchez dispuesto a ceder en todo lo que se precie para ser Presidente.
Desde el fallido intento del año 2017, la secesión no ha cesado en sus diatribas para desprestigiar la fortaleza del Estado cuya reacción decidida impidió la asonada independentista y no ha cejado en sus ataques a las Instituciones encabezadas por la Casa Real. No podré olvidar el orgullo de Rey que sentí cuando Felipe VI nos arropó con su discurso aquel 3 de octubre de 2017. Era el peor momento de temor e incertidumbre y consiguió que los catalanes a los que España no les cabe en el corazón no se pudieran sentir huérfanos de Estado.
En paralelo, la Justicia ha sido denostada hasta el infinito por los estelados e izquierda extrema con el concurso del PSOE para desacreditarla, la Guardia Civil y la Policía Nacional son y fueron vilipendiados de forma mezquina, mientras los mossos en su cúpula son politizados, y se han promovido unas reformas penales para anticipar la indemnidad de los actos contrarios a la ley e indultos concedidos que avalan la impunidad de todo acto contrario a derecho y a nuestra Constitución. La debilidad de las estructuras y de las hechuras del Estado es la fortaleza de la secesión.
Por si no fuera suficiente, la Generalitat en estos últimos años, ha seguido robusteciendo sus arietes de agitación. Al frente, una televisión y radio públicas, TV3 y Cataluña Radio, perpetuadas en minaretes de la confrontación y de la división, una educación sectaria desde las escuelas hasta las universidades, la movilización de entidades afines cuantiosamente subvencionadas e incluso ha enraizado la respuesta a dar en instancias internacionales y, en particular, las europeas y ha aprendido del modo y alcance de la reacción del Estado a sus desafíos golpistas.
Ahora se propone la amnistía, una medida de gracia impropia de una democracia, sin encaje jurídico alguno y que rompe la igualdad de todos los españoles ante la ley. Después, de forma concatenada o a la par, la autodeterminación, como si Cataluña fuera una colonia y España su metrópoli. Amnistía y autodeterminación son solo las herramientas para alcanzar el objetivo que persiguen: la separación. Quieren amnistía y amnesia de lo sucedido y del enfrentamiento civil que pudo haber de no mediado la firmeza del Estado. Quieren autodeterminación y determinación impune de sus actos como si ser estelado avalara el infringir la ley y el amenazar la convivencia es su privilegio. Y, eso sí, los condenados e indultados, y los que no lo fueron, persisten en sus desvaríos e insisten en proclamar sin rubor que lo volverán a hacer.
Este domingo Barcelona debe desbordarse como aquel 8 de octubre de hace 6 años por quienes amamos España y queremos una Cataluña en convivencia y en libertad. A nuestra ciudad vendrán compatriotas con los que los catalanes compartimos sentimiento y afecto, pero es esencial que los catalanes nos movilicemos como nunca y seamos conscientes de que no podemos dejar la defensa de nuestra españolidad en manos de un gobierno, léase sanchista, dispuesto a traicionarnos. Reversionando aquella sardana de Ángel Guimera, la Santa Espina, reafirmemos que ‘som i serem gent catalana’ y, precisamente por eso, porque nos sentimos catalanes, somos y seremos españoles.
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